martes, 1 de agosto de 2017

Evitar conflictos o el arte de "escaparme" de ellos.


Por querer complacer a todo el mundo he procurado ser “políticamente correcta” y estar del lado de todos. Esa actitud puede haber sido entendida como “falta de personalidad”, pues he acabado asintiendo a todo lo que decían los demás sin replicar, sin opinar para evitar los conflictos. A día de hoy, el hecho de pensar en la posibilidad de una discusión airada me bloquea, me agota y me descompensa emocionalmente.

En muchas ocasiones no he expresado mis opiniones para evitar el conflicto. Nunca he sabido enfrentarme y reaccionar a las situaciones conflictivas. Mi mente trabaja lenta y no sabe resolver situaciones sociales conflictivas. Lo que he hecho hasta ahora ha sido huir.

Ante las situaciones que no he sabido manejar.. no he hecho nada. He abandonado.

Con las personas me ha pasado igual. Cuando alguna persona me ha defraudado, o cuando me he sentido incomoda por alguna razón, simplemente, he desaparecido sin despedirme. No por mala educación, sino por el bloqueo que me suponía enfrentarme a esas personas y situaciones. Pensar en enfrentarme a ello me producía fiebre, mutismo y parálisis. He dejado de ver personas de un día a otro sin más. Así de tajante por no saber enfrentarme. Por no tener que enfrentarme a las emociones de antes y después del posible enfrentamiento. 

Soy mala en la estrategia social. La gente es muy hábil en el contra-ataque; es decir, buscando formas para defenderse. Yo no se hacer eso. Nunca he sabido defender mis derechos y siempre me he amoldado a los demás, a pesar de no sentirlo, de no disfrutarlo, de no pensarlo. Tal vez, por temor a evidenciarme, a tener que dar explicaciones, a tener que contra-atacar posibles argumentos imprevistos del otro. 

Huir ha sido la mejor opción que he encontrado para salvaguardar mi equilibrio mental. 

Ahora estoy aprendiendo a intentar ser más asertiva y flexibilizar mi mente. La primera intención que me viene es seguir huyendo de las situaciones conflictivas; pero, ahora estoy empezando a enfrentarme a ellas. Tengo que hacer un trabajo mental arduo de planificación para saber cómo hacerlo. En esas ocasiones, uso mi máscara. Ella me ayuda a enfrentarme a esas situaciones incómodas. El problema viene cuando el conflicto es inmediato y no me da tiempo de planificar qué hacer. Entonces, sigo huyendo, cerrando, terminando. Mi mente inflexible sigue estando ahí, camuflada, pero sigue estando ahí. 

Ahora, estoy intentando ser más asertiva y decir lo que pienso, siento, pero me percato de que todavía no consigo ajustar las formas para que el otro no se sienta incómodo. A veces, puedo resultar abrupta, brusca para los demás, pero es que yo no me doy cuenta de ello de forma inmediata. A veces, o me doy cuenta "a destiempo" -cuando rebobino la situación a posteriori- o me lo dicen los demás. Mi marido es quien me lo hace saber ("has hablado un poco brusca"). El caso es que... ¡¡¡de verdad!!!... no me doy cuenta. Además, no es mi propósito ser brusca, ni ofender ni molestar al otro, pues eso me hace sentir muy culpable y me martirizo hasta extremos dolorosos. Simplemente, lo que me ocurre es que en la impulsividad del momento, no me doy cuenta de mi tono al hablar, ni de la vehemencia de mis palabras, ni de cómo estas repercuten en el otro. Se que tengo que modular las formas. 

¡¡¡¡¡Que complicadas son las relaciones sociales!!!!

Ahora, hago esfuerzos por cuidar las formas, pues las situaciones tensas, los conflictos me siguen desregulando, alterando emocionalmente de forma intensa.  Lo estoy intentando, pero no me sale espontáneo. Tengo que seguir planificando y siendo consciente de mis palabras, de mis actos y de cómo estos pueden ser  interpretadas por los demás... ¡¡¡¡es tan agotador!!!. Es preciso estar en alerta en todo momento.

Es tan agotador que todavía sigo huyendo, desapareciendo. Se que debo de trabajar en la asertividad, pero también en dejar de sentir la responsabilidad de autoculpabilizarme de forma extrema cuando los otros malinterpretan mis intenciones. Lo curioso es que a mí también me pasa al revés con los demás. Ellos me dicen que, a veces, malinterpreto sus intenciones (sus tonos de voz, sus bromas, etc.).  Y, yo... sigo pensando que la que se tiene que ajustar soy yo... para evitar los conflictos.

 ¡¡¡¡Qué agotador es esto de las relaciones sociales!!!

Ya no quiero ocultar mis ideas, pensamientos, sentimientos. 
Ya no quiero ser tan complaciente y sentirme en la obligación en agradar a todos. 
Ya no quiero ser tan influenciable por lo que los demás puedan pensar de mí.
Ya no quiero culpabilizarme de los conflictos, conflictos ajenos a mí.
Ya no quiero...


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