sábado, 30 de diciembre de 2017

La invisibilidad o como ser "Nadie"




Me preguntan sobre mi infancia, si mis dificultades para manejarme en el mundo social también se daban entonces. Yo diría que entonces eran muy evidentes, pero que nadie las vio.

¿Por qué no vieron nada?

¿Por mi gran habilidad para pasar desapercibida?, ¿Por mi gran capacidad para ocultar mis dificultades? 
NO

¿Ocultar?, ¿Camuflar?, ¡¡Yo no sabía ocultar!! Yo no sabia que podía copiar para mimetizarme o camuflar...

Estaba muy claro, pero nadie veía las señales. Yo era una niña invisible:

¡¡No molestaba!!

Pero no siempre fue así. Me recuerdo hasta los seis años como una niña "espabilada", risueña, deshinibida, aunque también muy independiente. No necesitaba de nadie para entretenerme. Yo solita me servía, pero si venía algún niño a jugar también me lo pasaba bien. Recuerdo jugar en el patio de casa de mi tía con un vecinito que venía de vez en cuando y me lo pasaba bien con él buscando a mi tortuga entre las piedras, correteando, etc. Pero sin él también me entretenía sin problemas. 

Desde los tres a los seis años estuve viviendo con mi tía paterna tras la muerte de mi madre. Para mi no fue una época triste, sino todo lo contrario. Vivir con mis tíos me dio una estabilidad y tranquilidad que no recuerdo de otro momento vital. Por entonces, me recuerdo como una niña vivaracha, ágil y también algo terca. Me cuentan que, solía subir a la casa de la vecina a supervisar si había hecho las tareas domésticas: si había hecho las camas, si estaba preparando la comida, si tenía la casa aseada. Yo debía de ser algo así como un inspector de las normas del buen hacer... Me lo han contando como una anécdota divertida sobre mí , pero yo lo recuerdo como algo serio. Yo no subía a casa de la vecina para hacerla reír. Yo iba a comprobar si estaba cumpliendo con su deber... Me imagino, que para los demás debía de ser algo divertido que una renacuaja de unos cuatro o cinco años asumiera el papel de inspector de la tribu. 

Esa niña alegre, avispada desapreció de repente a los seis años. A los seis años, con la entrada en el colegio todo cambió. El primer día que fui al colegio -esto ya lo he comentado en otras entradas del blog- me perdí. Me perdí físicamente en el colegio. No sabía qué hacía allí, que tenía que hacer y... desde ese día me perdí física y mentalmente. No entendía nada. 

Hasta entonces, mi vida social con mis tíos era muy simple y anticipable. Siempre se hacía lo mismo. Mi tía mantenía una rutina estricta que proporcionaba orden a la vida. Era poco comunicativa y cariñosa, pero me daba mucha seguridad. Mi tío era el divertido y me hacía rabiar -en broma-. Yo vivía en un mundo sencillo que olía a limpio, a orden, a calma y a espacio. No recuerdo jugar con niños, pero como he dicho, creo que no los he necesitado. 

La entrada al colegio fue como una abducción. Verme envuelta de repente en un mundo caótico, con muchas niñas que no conocía y que no sabía que hacer con ellas. Fue como un "estrés postraumatico". A partir de ese día me paralice, literalmente, me paralicé. Nunca he tenido estereotipias que me pudieran ayudar a exteriorizar la tensión. Al revés, mi cuerpo dejó de moverse. Necesitaba de las instrucciones externas -a modo de robot- para estar en el mundo. Me costó mucho usar la estrategia de "copiar" a los demás. Empecé a copiar rutinas muy claras; por ejemplo, salir al patio cuando sonaba el timbre o cuando la profesora lo decía, ir a casa cuando sonaba el timbre -también- para marchar, etc. Pero no supe copiar "conductas sociales". Recuerdo los momentos "entre clases" en los que las compañeras se levantaban para hacer corrillo y socializar hasta que llegaba la profesora. Yo, en esos momentos seguía clavada en la silla sin saber que hacer. Nunca me acerqué a los círculos de las otras niñas. Era como estar, literalmente, clavada en la silla. No era una timidez -eso me costó mucho hacérselo entender a una de las psiquiatras súper expertas con la que consulté-. Era algo tan simple y profundo como: no entender qué hacían ellas y no saber qué podía yo hacer, qué decir. Era como tener el disco duro de mi mente sin datos... "en blanco". Así pasó toda mi infancia... Yo era la "niña fantasma". 

¿Cómo es ser una "niña fantasma"? 

Es triste, muy triste. Más que triste, es angustiante. Es como estar solo en el universo de por vida. No tengo la suficiente fluidez verbal como para explicar lo difícil que fue vivir en la más absoluta soledad. Lo mas triste era verlas a ellas reír y pasárselo bien. Yo no podía entrar en ese mundo social que me parecía mágico. ¿Por qué yo no tenía la llave para entrar en ese mundo mágico?, ¿Por qué yo si en mis genes tenía a aquella niña vivaracha y risueña?, ¿qué pasó con aquella niña avispada, alegre?... Desapareció de la noche al día. Nunca más la recuperé. 

Nunca fui una niña "simpática", "divertida". Socialmente no era alguien atrayente para invitarme a jugar... pero, ¿cómo iban a invitar a jugar a alguien que no existía?. En los momentos del patio solía estar sola y permanecía sentada en las gradas esperando que sonara la sirena para la vuelta a clase. Algunas compañeras me invitaban a jugar. A veces iba y otras veces no. No porque no quisiera ir con ellas a "integrarme" en ese mundo mágico de las risas, sino porque era consciente -ya entonces- de mi ineptitud social, de no saber cómo manejarme en el flujo social y eso me generaba mucha tensión y me quedaba, de nuevo, paralizada. Tengo que reconocer que mis compañeras no han sido malas conmigo y que, incluso, han intentado integrarme. He sido yo quien no ha podido integrarse en ese mundo mágico al que pertenecían los otros. Ese mundo se me hacía grande.. y se me sigue haciendo grande. En el fondo, no ha cambiado nada. 

De pequeña fui una niña "invisible" porque no molestaba. Nadie vio nada porque era una niña muy buena, sacaba buenas notas, no llamaba la atención, no era nada conflictiva. Tampoco participaba en clase, ni era comunicativa. Solía permanecer todo el tiempo callada. Solo hablaba si alguien me preguntaba algo directamente y yo respondía de forma lacónica -si respondía-. Pero... era buena y ¡¡¡sacaba buenas notas!!!. Así que NADIE VIO NADA. 

Qué.. ¿Cómo fue mi infancia -y mi adolescencia y mi adustez-?. Pues, un horror. He ido pasando por el mundo como un fantasma: "estaba, pero no me veían".

Os puedo asegurar que no es nada gratificante ser un "fantasma". Estar al lado de otros y no ser nadie... Es un horror. No negaré que por mi mente han pasado ideas negras de abandono... Entonces, el tiempo se pasaba lento, muy lento y todos los días sentía la nada, la angustia. Ha sido horrible. Sigue siéndolo, pero ahora escojo, más a menudo, los momentos sociales en los que participar. Todavía sigo siendo un fantasma en algunos encuentros sociales y sigo sintiendo el mismo abismo, el mismo vértigo, la misma rabia contenida, la misma profunda tristeza... 

Cuando te faltan los mecanismos de "humanización" propios de la especie... o te aíslas de ellos (de los humanos) para no sentirte inútil o buscas otros seres alejados, también, de la especie para no sentirte tan solo.


2 comentarios:

  1. Mi primer recuerdo de mi niñez, es el que me escondía debajo de uña llantas semi-enterradas en el preescolar, muchas veces la maestra iba por mí cuando antes pedía permiso para ir al baño. En la primaria fui cómo tu fantasma no entendía nada (socialmente) estaba abrumado; mi hermana tres años menor me esperaba junto con mi madre afuera de la escuela y efusivamente me rodeaba con un abrazo al que yo no correspondía. Los problemas más serios llegaron cuando año y medio antes de salir del colegio nos mudamos a un lugar marginado económicamente, donde los niños tienen el sentido de la supervivencia más estimulada a temprana edad, la mezcla de esto y mi falta de comunicación, él aislamiento innato que me caracterizaba, hasta él tez blanco que me diferenciaba de la mayoría (Morena) hizo del resto de la primaria y el recorrido de la secundaria un infierno, uno de abusos verbales y físicos, un fantasma que solo aparecía cuando un joven necesitaba desahogo de sus problemas. La preparatoria fue un nivel diferente ya no había abusos físicos y los verbales eran los " normales" entre la camaderia de los grupos a los cuales no lograba descifrar, en esos días me convertí en mochila fantasma, tuve dos muy buenos amigos a los que les estoy muy agradecido, ellos me integraron en su amistad por más que yo demostraba muy poca conversación, afecto y agradecimiento hacia ellos, me llevaron a todos los lugares que eran todo un desafío y un mundo mágico, desde hablar con los compañeros, salir a ver los otros grupos y salir de viaje y conocer muchos lugares, yo me encontraba extasiado y a la vez muy frustrado de encontrar un lugar al que quería pertenecer (nunca me integré)

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    1. muchas gracias por compartir tu experiencia, Juan. Me parece triste, pero también alentadora.
      Creo que nunca llegamos a "integrarnos" del todo en ese mundo mágico, pero tal vez, podamos integrarnos en otro mundo maravilloso alternativo. Un saludo :-)

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